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Experiencia educativa: Roca, antes y después de los aluviones

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Apurando su tazón de mate cocido, una fría mañana de invierno el padre Alejandro Stefenelli discute con vehemencia con el coronel Rohde -jefe de la guarnición militar- sobre la reedificación del pueblo arrasado por la crecida del río Negro del 19 julio de 1899: "¡Llévelo nomás al pueblo a donde usted quiere. Las avenidas de las bardas se lo van a arrasar!". El pronóstico del cura tuvo una lamentable confirmación: el nuevo caserío se alejó del río por temor a la inundación, y se reedificó en medio del torrente que descarga las avenidas del río seco de la planicie Norte de la ciudad. Esa admonición indica que ya en 1899 se conocía su existencia, al pie de cuyo "cono de deyección" fue emplazado peligrosamente el pueblo nuevo de General Roca.

Crónica de los desastres anunciados

Esta nota, reconstruida desde el archivo histórico del "Río Negro" -cuya prédica por las obras de defensa fue constante- y del relato de antiguos vecinos, pretende ser testimonio para las nuevas generaciones y para los nuevos vecinos que Roca acogió y que hoy transitan tranquilamente por las calles céntricas, aun cuando haya un cielo amenazante o lluvias copiosas.
Desde la propia fundación del Pueblo Nuevo hasta fines de la década del 60 fue mucha la angustia y la zozobra cada vez que el cielo se presentaba ennegrecido por nubes amenazantes y truenos roncos que presagiaban lo peor. Y cuando empezaba a sonar la sirena de los Bomberos Voluntarios (cuerpo creado en 1949), una tras otra hasta cinco toques, había que rezar y esperar que los daños "esta vez" fueran menores que la última: cinco sirenas era ¡aluvión, la creciente! La gente corría a refugiarse a su casa lo más rápido posible, a poner bolsas de arena a la entrada o compuertas -que ya formaban parte de los enseres del galpón a la espera de su próximo uso-; a acopiar alimentos, velas, a retirar los chicos de la escuela o a retirarse del trabajo, a bajar las persianas de los comercios. Algunas veces era una falsa alarma, pero bien valía la pena el resguardo.
A lo mejor no llovía en el pueblo, y ese era el peor miedo, que estuviera lloviendo arriba, en la barda norte. El carácter sorpresivo era la mejor definición del fenómeno. Y tras la lluvia calurienta y pegajosa venía con todo su furor el aluvión de la planicie, así, sin avisar. Bajaba por calles Maipú, Don Bosco, Santa Cruz, calles transversales, cruzando a veces las vías cayendo como catarata hacia el sur del pueblo en los más trágicos como en 1966. Las fotografías del archivo de este diario son el mejor documento.
Existían estudios técnicos impecables y proyectos archivados consecutivamente en algún cajón de la burocracia estatal por falta de partidas presupuestarias. Entre ellos el de 1950 realizado por Agua y Energía (incluido en el Plan Quinquenal del Justicialismo (ver aparte "La gaffe del presidente Perón"); el de la primera gestión entre 1956 y 1957 del Comisionado Municipal ingeniero Próspero Saint Martin; el valioso informe de 1958 del ingeniero de montes español José María García Nájera, de la FAO, a pedido del gobierno nacional; el estudio que hizo el ingeniero Honorio Cozzi en 1960 a pedido del entonces presidente del Consejo Municipal José Enrique Gadano; el del ingeniero Maulini. Y como Roca contribuía desde siempre con muchos millones al fisco por su vigorosa actividad económica, el olvido de los gobiernos era injustificable.

La movilización vecinal de 1966 apuró las obras

Las fuertes lluvias de marzo de 1966 eran preocupantes, pero la del martes 29 produjo una gran catástrofe. Los roquenses, muy conmovidos por la muerte de algunos de sus vecinos, dejaron de pensar en la Fiesta de la Manzana que estaban organizando (y que a la postre se realizó a fin de mayo) y se autoconvocaron al día siguiente mientras la ciudad seguía paralizada.
En ese momento estaba Fabián Sour en la comuna como vicepresidente a cargo, Carlos Christian Nielsen gobernaba la provincia y Arturo Illia ejercía la presidencia. El mismo Sour había sufrido pérdidas cuantiosas en su comercio, pero aun así permaneció al frente del municipio desde el primer día. Los concejales formaron una comisión especial y administraron las numerosas donaciones recibidas de todas partes del país. Las rendiciones fueron públicas y transparentes. Los daños eran cuantiosos y hubo que asistir a cientos de familias, censadas previamente por docentes y asistentes sociales voluntarios.
A partir de la tragedia como luctuoso disparador, todo se desencadenó muy rápido, con reuniones vecinales diarias. Las frustradas gestiones de los años anteriores eran un buen aliciente para que esta vez la solución fuera definitiva.
La primera reunión fue entrada la noche el primero de abril. Los vecinos se convocaron en la sede de la Biblioteca Julio A. Roca en numerosa asamblea. Se escucharon opiniones enérgicas para que ni un día más se dilate la búsqueda de la solución al problema. ¡Querían dormir tranquilos! De madrugada se designó una comisión técnico-económica que buscaría la forma de financiar la obra, marginando en lo que fuera posible la intervención estatal, dados los antecedentes. El gobernador y el senador roquense José E. Gadano participaron en la segunda, donde expusieron técnicos de Irrigación sobre los proyectos ahora desempolvados.
El 6 de abril se convocó a una gran asamblea en Club Italia Unida. El debate fue intenso: se discutió sobre dos anteproyectos: el conocido del embalse o dique, oficial, y el sistema de "bordos" o terrazas y forestación complementaria (contención del escurrimiento pluvial por abordamientos). La comisión vecinal apoyaba el segundo, por el bajo costo y lo rápido de su concreción. Además les preocupaba que mientras AyE realizara la gran obra proyectada, la población quedara desprotegida dos años más hasta que se terminara .
Mientras tanto, el 10 abril trajo un nuevo aluvión. Esta vez se sumaron daños de incalculable volumen en la empresa AyE: parte del puente de calle Maipú cayó sobre el canal de riego, con pérdidas millonarias del ente en energía y riego.
El día 13 se realizó otra numerosa asamblea en Italia Unida que duró seis horas. Era momento de definiciones, ya que la tarea de la comisión provisoria estaba concluida. Un cerrado aplauso terminó con la asamblea casi a las tres de la mañana. Ahora se formaría la comisión definitiva con la incorporación de nuevos vecinos.
Obsérvese que dos iniciativas, una privada, la de los vecinos, y una estatal trataban, sin confluir, de solucionar un mismo problema. Aún con las calles enlodadas, ¡cuánto desencanto habría en los primeros!

El golpe, la licitación y el fin de las obras

Transcurría mayo de ese año 1966 y las gestiones seguían más aceitadas que nunca de uno y otro lado. El 16 la Dirección de Irrigación, a través del agrimensor Cosme Gayá, presentó en la municipalidad la maqueta del proyecto terminado. La buena nueva vino con el senador Gadano: el lunes 30, en una reunión en la municipalidad con la participación de todos los involucrados, informó de sus gestiones en Buenos Aires: el llamado a licitación y una partida ya eran una realidad.
Las cosas parecían encaminarse definitivamente, pero un nuevo cimbronazo hizo desvanecer las esperanzas con la destitución del presidente Illia en el golpe militar del 27 de junio y la asunción de Onganía dos días después, iniciando un gobierno autoritario y centralizado, y con la tarea parlamentaria suspendida en todos los ámbitos.
El 12 de agosto el Comodoro Luis H. J. Lanari asume como gobernador de la provincia, y el ingeniero Próspero Saint Martin como comisionado municipal por tercera vez. Días después la Comisión Vecinal dispuso suspender sus gestiones (ver nombres de todos los integrantes en edición de internet). Hasta acá habían llegado.
Saint Martin, eficaz gestionador, logró que en diciembre de 1966 las obras quedaron adjudicadas a la empresa Carlos A. Bacigalupo SA -la misma que construía entonces el Puente Paso Córdoba- con un costo de 247.090.000 pesos y un plazo de 18 meses, ampliado a 24. Trabajaron en promedio unos 50 obreros locales.
¿En que consistieron los trabajos? El dique de tierra fue constituido por un terraplén de planta circular de 765,60 m de radio siendo su desarrollo de 60 m y la cota de coronamiento de 305,10 m. La cuenca receptora ha sido estimada en 8.000 has. La altura máxima del terraplén medida sobre el punto más bajo del terreno natural es de 18 metros y la máxima excavación para empotramiento del núcleo alcanza a los 7,50 m de profundidad bajo el terreno natural.
El agua embalsada es evacuada mediante dos tomas de hormigón armado. La primera está protegida por una reja metálica (para protección de la vegetación arrastrada), y consiste en un cilindro de 5 m de altura y 2 m de diámetro, con ventanas laterales por donde penetra el agua al conducto de salida. La segunda es un cilindro interno de menor diámetro, pudiendo trabajar las dos tomas simultáneamente.
El coronamiento del dique de contención culmina con una calzada estabilizada de 10 m de ancho y 0,20 de espesor, a cuyos bordes se han colocado 600 pilarcitos de hormigón de 0,80 m de altura. La muralla norte está protegida por miles de toneladas de piedra colocadas en "rip-rap".
En la construcción, excepto hierro y cemento, se usaron materiales existentes en la zona.
Todo fue muy rápido después. Monitoreada constantemente en su construcción por ingenieros de Bacigalupo SA y de Agua y Energía, resultó una obra segura y con valor estético: la empresa constructora ha ido más allá de lo estrictamente técnico y dispuso terminarla con una agradable presentación exterior.

La inauguración, paseo multitudinario a las bardas

Hubo fiesta popular ese lunes 24 de febrero de 1969 en Roca. El camino a la defensa se constituyó en un movimiento constante de vehículos, bicicletas y familias de a pie que, a pesar del calor de la tarde, caminaron los cinco kilómetros bajo el sol con regocijo. Pueblo y gobierno, aunque defacto, unidos esta vez para el festejo. Era una obra magnífica y había que estar presente. Esta presa de tierra, más pequeña que la que se construía en El Chocón pero como aquélla, con objetivos amplios, era una robusta barrera inexpugnable a los futuros embates naturales del pueblo.
Ahora podían dormir tranquilos.
ANA MARíA ALONSO





Defensa de General Roca



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